viernes, 1 de abril de 2011

Oda al Negro


El Negro y yo nos conocemos desde hace hace 7 años. Él es salteño, y cacheño. Era un homeless, y el perro más sucio, salvaje y con más personalidad que yo hubiera conocido. En el pueblo lo llamaban el perro católico. Todos los domingos iba a la iglesia, y se tiraba a dormir en el medio del pasillo, mientras el cura daba la misa. El cura lo cuidaba un poco, le daba algo de comer, o lo defendía cuando la gente lo quería patear.
Me gustó enseguida. Se fue aquerenciando en mi casa de a poco, hasta que no se fue más. El cura se puso contento, "Diosito escucha a todos" -me dijo. "Él pidió por un hogar y una famila, y Diosito se lo dió". 
El Negro tiene una mirada muy profunda. Es un alma vieja, yo creo. 
Volví a Buenos Aires en avión solo para poder traerlo. Apareció en la cinta transportadora, en una jaula que le quedaba chica, detrás de las valijas, los ojos rojos por las gotitas de asedán. El Negro.... pasó por tantas cosas... y siempre me acompaña, se adapta a todo, siempre está contento, siempre está entusiasmado; y nunca espera que yo sea distinta a lo que soy. Sacando cuentas, tendría unos 3 o 4 años cuando lo conocí, ya debe andar por los 11 años. Ojalá haya Negro para rato, porque el Negro es lo más. A él, que es el ser más agradecido que yo conozco, tengo que agradecerle por tanto, pero tanto tanto tanto amor incondicional.












2 comentarios:

  1. Este es el escrito mas lindo a un animal que e leido. Me as hecho llorar, yo que pensaba que ya no lloraba.

    Disculpa la ortografia, no escribo en Espanol en un tiempo.

    ResponderEliminar
  2. Gracias! qué lindo lo que me decís!

    ResponderEliminar